Todos actuamos de forma conjunta, siendo conscientes o no, nos dejamos llevar por la gente. Somos animales sociales y por ello necesitamos sentirnos aceptados dentro de un grupo. La prioridad es vendernos lo que se supone que es más importante para todos: la felicidad, de un modo completamente falso e irracional. Para ser felices y vivir en paz y armonía ahora ya no basta con tener todo lo necesario, hace falta mucho más.
Cambiar nos aterroriza. Pensamos que el bienestar se logra mediante posibilidades que tenemos. Tenemos más opciones, y somos más inconformistas por el hecho de elegir algo y pensar que teníamos una opción mucho mejor; cuando en realidad lo que importa es tener lo suficiente, que no siempre es lo mejor. Pero sin más opciones no habría modo de darle vueltas.
Cuando mires a tu alrededor y notes que todo es más de lo mismo, antes de juzgar, mira en tu persona; en tu interior. ¿Cómo eres tú? Hace falta comprender, que el mundo no se puede cambiar de golpe, ni mucho menos imponer nuestra forma de ver las cosas en los demás. Si queremos vivir en un mundo mejor, primero debemos intentar cambiarnos a nosotros mismos; la forma en que lo vemos, la forma en que miramos a la gente y a las cosas, en cómo pensamos y transmitimos los sentimientos a los demás.
Ir de rebelde y de oveja negra por la vida no es la solución, pero tampoco conformarse con lo que ”hay” aceptando formas de ver la vida que no corresponden a lo que sentimos realmente. Porque en realidad no es tan difícil, todos venimos diferentes de fábrica, sólo que nos vamos caracterizando a nuestro gusto, o mejor dicho: al gusto de los demás. Estando convencidos incluso de que somos únicos.